lunes, 18 de enero de 2021

Cuándo intervenir (y cuándo no) en las peleas infantiles

"Una casa cualquiera, una tarde cualquiera. Una hermana mayor y un hermano pequeño. El hermano pequeño le quita un juguete a la mayor. La mayor le regaña y el pequeño intenta arañarla. La mayor se defiende apartándolo y el pequeño pierde el equilibrio y se queda sentado en el suelo, rompiendo a llorar... Ambos se quedan mirándote... ¿tienes claro qué debes hacer?"


Las peleas o discusiones entre niños, sean amigos, compañeros, o hermanos es un tema que preocupa con frecuencia a padres y madres. No siempre queda claro si como adultos hacemos lo correcto, o si debemos intervenir en determinado momento o no. Generalmente una discusión comienza con un conflicto, es decir, un pequeño (o gran) descuerdo entre dos o más personas.

Los conflictos tienen una función de adaptación social y aprendizaje. Los niños y niñas hacen intentan hacer valer su criterio o sus derechos frente a otros compañeros o hermanos. Como padres nos interesa resolver el conflicto, pero desde el punto de vista educativo nos interesa aún más que los niños aprendan a solucionarlo y llegar a un acuerdo. O en caso de no llegar a ello, que el niño desarrolle estrategias para solventar la situación de la mejor manera posible, ya que los conflictos forman parte de nuestro día a día. En este sentido, en los centros educativos se intentan abordar desde una perspectiva mucho más pedagógica. 

En esta entrada por tanto veremos cuándo es recomendable intervenir en un conflicto y cómo abordarlos. Si bien el tema puede ir dirigido a los más pequeños vamos a definir una serie de principios que te pueden ser de gran ayuda en edades posteriores.


CUÁNDO SE DEBE INTERVENIR

1. Cuando se cometa una INJUSTICIA. En el caso de que uno de los dos implicados en el conflicto tenga más fuerza, mayor tamaño, o mayor carisma (en niveles superiores), y se valga de estas circunstancias para imponer su voluntad al  otro/a de forma sistemática, produciéndose de este modo una situación notablemente injusta consecuencia del abuso de poder.



2. Violencia física de gravedad. En aquellos casos en los que se rebasa el límite de lo tolerable. Es muy importante que previamente hayamos delimitado con claridad con los niños cuáles son esos límites, tanto en casa como en el cole: pegar en la cara, tirar del pelo, arañar, morder... 

Sin embargo, entendemos que otras conductas como un empujón leve (en igualdad de condiciones físicas), un manotazo en la espalda o un forcejeo no son acciones graves.



3. Cuando exista un impacto emocional. Generalmente a través de acciones como insultos, no dejar jugar a alguien o apartarlo del grupo. El punto de inflexión aquí es muy claro: cuando estas acciones comienzan a repetirse de forma sistemática es el momento de intervenir.

A pesar de que los insultos no son adecuados, el verdadero límite aparece cuando el insulto comienza a convertirse en "etiqueta". Del mismo modo ocurre con el rechazo. Cuando un niño es apartado del grupo de forma habitual por otro de mayor carisma o con mayor liderazgo es el momento en que tenemos que tomar cartas en el asunto.





CÓMO DEBEMOS INTERVENIR

Es importante disponer de una estrategia sistemática que nos ayude y nos facilite el camino cuando surja un conflicto de gravedad. De este modo tendremos la seguridad de que lo estamos haciendo verdaderamente bien. Como siempre, recordamos la importancia de PREVENIR la aparición de conductas graves como las que hemos detallado anteriormente.

Los pasos a seguir serán:

1. Comprobar el estado emocional de quien sufre la agresión. Si ha  sufrido una agresión de cualquier tipo debemos garantizar su bienestar no sólo físico, sino también emocional. Ayudarle a calmarse, y permanecer a su lado, verbalizando sus emociones y empatizando con él o ella.

2. Explicar al niño que comete la acción lo que sí se puede hacer y lo que no. Simplemente consiste en recordar una vez más el límite que acaba de sobrepasar: "no se puede pegar en la cara". A veces puede ser que la norma no haya sido acordada previamente, pero es buen momento para hacer ver al niño o niña que la conducta hace daño a su compañero y de qué manera lo puede ayudar. 

3. Definir el límite. Como ya hemos comentado, siempre PREVIAMENTE, haber explicado a los niños lo que no se puede hacer, y determinar cuál es el verdadero límite que no se puede sobrepasar: escupir, tirar al suelo, tirar del pelo...

4. Poner normas. Una vez haya tenido lugar el conflicto, y dependiendo de la edad de los niños, es muy positivo poner normas al respecto. Si por ejemplo en el recreo hemos tenido un enfrentamiento en el que un alumno ha empujado a otro y lo ha tirado al suelo, podemos poner la norma de "no empujar", y entre todos acordar qué sucederá después, en caso de que alguien la incumpla. Se pueden poner por escrito y acompañarlas de algún dibujo.

Esto ya no será un castigo, sino una consecuencia, ya que el niño previamente sabrá qué sucede cada vez que se incumple la norma. Por ejemplo:
- Si tiro al compañero al suelo, le ayudo a levantarse y pido perdón.
- Si escupo, limpio y pido perdón. 

El acto de pedir perdón es positivo que se refuerce, tanto individual como grupalmente. 















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