martes, 23 de abril de 2019

MI HIJO LEE MAL… ¿SERÁ DISLEXIA?

Con frecuencia muchos padres y madres se angustian ante las dificultades en lectura de los niños. Dada la gran cantidad de información existente hoy en día y el fácil acceso a la misma a través de medios digitales, o bien a través del contacto con conocidos las familias investigan hasta dar con una palabra que les preocupa… DISLEXIA.

Antes de nada, ¿qué es la dislexia?

Este término ha recibido muchos nombres en el pasado (alexia congénita, amnesia visual verbal, ceguera verbal congénita…) La definición adoptada por la International Dyslexia Association (IDA, 2002; Lyon, Shaywitz y Shaywitz, 2003) la describe como:


dificultad específica del aprendizaje de la lectura con un origen neurobiológico. Se caracteriza por dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de palabras y por problemas de ortografía y decodificación”. 

Hoy en día sabemos que estas dificultades provienen de un déficit en el componente fonológico del lenguaje, teniendo en cuenta (y esto es fundamental) que el resto de habilidades cognitivas se desarrollan con normalidad (razonamiento, atención, planificación…).

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¿Cómo se detecta?

Generalmente estos niños manifiestan sus dificultades en dos aspectos básicos: problemas para leer las palabras, y, también para comprender los textos. Son niños muy lentos leyendo o bien cometen muchos errores en lectura. La lectura aún no está automatizada y se caracteriza por ser lenta, con mucho esfuerzo y con una gran cantidad de errores.


Entonces, creo que mi hija/o tiene dislexia…

Un aspecto muy importante es que la dislexia tiene que ser entendida como un contínuo. No existe un punto determinado a partir del cual podamos señalar la dislexia, o al menos, no de forma objetiva e incuestionable.

Imaginemos un termómetro. ¿A partir de qué temperatura consideramos que hace calor? Al igual que cada uno puede considerar un valor determinado (25 grados, 30 grados…) ocurre lo mismo con la dislexia.

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Del mismo modo tenemos que tener en cuenta la edad. Algunos niños leen perfectamente con 4 o 5 años, y otros no lo hacen hasta los 8 o 9 años. Cada niño, de modo intrínseco tiene un ritmo, al igual que no hay dos niños con el mismo número de zapatos, tampoco todos aprenden todo al mismo tiempo. Debemos respetar los límites naturales y considerar que, antes de los 8 o 9 años no podemos hablar de dislexia, sino de “riesgo de dislexia”.


Lo más importante

Si analizamos la definición anterior de dislexia tenemos que tener en cuenta varios aspectos que, con frecuencia se pasan por alto:
  • Lenguaje y habla. Muchos niños que presentan retrasos en el lenguaje posteriormente manifiestan dislexia.
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  • Percepción visual, es decir, cómo interpreta el cerebro lo que ven los ojos. En este fragmento de la película "Estrellas del cielo en la tierra" se ilustra muy bien esta dificultad.

  • Percepción auditiva, directamente relacionado con la correspondencia fonema-grafema (un niño con cierta pérdida auditiva puede llegar a confundir el sonido y la escritura de “ga” y “ca”, por ejemplo, sin llegar a deberse a una dislexia).
  • Capacidad cognitiva. Es importante señalar que deben descartarse dificultades en elos aspectos básicos del razonamiento y las funciones ejecutivas. Un niño que tenga dificultades para concentrarse o una baja capacidad de atención  probablemente presente un bajo rendimiento lector.
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  • El ambiente. Si bien es cierto que presenta un sustrato neurobiológico, el ambiente familiar tiene un papel fundamental a la hora de proporcionar una estimulación rica y variada al niño. La importancia de inculcar un hábito lector y motivación por la lectura desde pequeños resulta clave. Aquí las actividades de lectura compartida de padres, madres e hijos tienen una gran influencia (el clásico cuento de buenas noches).
  • Aspectos socioemocionales. Relacionando con lo anterior tenemos que tener en cuenta que pueden darse circunstancias que afecten al rendimiento del niño en un momento dado. Imaginemos un proceso de duelo en pleno aprendizaje lectoescritor (6-8 años). Lógicamente este niño puede presentar dificultades al leer, pero las razones no se encuentran en la dislexia.

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Entonces, ¿qué puedo hacer?

Desde el ámbito educativo debemos tener en cuenta la edad en la que el niño o niña presenta dificultades lectoras y hasta qué punto interfieren con el resto de aprendizajes.

Como docentes… si nos encontramos con un grupo en el que el aprendizaje lectoescritor es más lento se puede trabajar de modo grupal por parte del tutor. Sin embargo también puede darse el caso de un/a alumno/a cuyo proceso sea significativamente más lento que el resto de sus compañeros y esto afecte a su aprendizaje en otras áreas.
Por un lado se realizarán adaptaciones en la metodología y en la evaluación.

Como padres… podemos hablar de dos aspectos básicos:
  • Estimular los procesos de pensamiento (que ya comentamos en una entrada anterior).
  • Leer, leer y leer. Con ellos, y sin ellos. No podemos pretender que sean unos apasionados de la lectura si siempre que nos ven estamos “enganchados al móvil”. 
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La lectura de cuentos en edades tempranas influye positivamente en el desarrollo de un adecuado hábito lector (Foy y Mann, 2003; Sénéchal, LeFevre, Hudson y Lawson, 1996). Hacia los 6-8 años ya podemos instaurar algunas secuencias como:
o   Leer un texto en voz alta (hacemos de modelo).
o   Que lo lean ellos (además pueden grabarse y escucharse).
o   Leerlo de modo conjunto, los dos a la vez. Es, sin duda la mejor estrategia para favorecer la fluidez lectora.
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Y recuerda: lo bueno, si breve…

Es aconsejable practicar poco tiempo, pero todos los días, para facilitar el hábito. Debe vincularse con una emoción y sensación placentera por parte del niño. Para nosotros además, supone una ocasión inmejorable de pasar un tiempo animado con ellos y recuerda que, eso será uno de los aspectos que más valoren ellos.

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