Con
frecuencia muchos padres y madres se angustian ante las dificultades en lectura
de los niños. Dada la gran cantidad de información existente hoy en día y el
fácil acceso a la misma a través de medios digitales, o bien a través del
contacto con conocidos las familias investigan hasta dar con una palabra que
les preocupa… DISLEXIA.
Antes
de nada, ¿qué es la dislexia?
Este
término ha recibido muchos nombres en el pasado (alexia congénita, amnesia
visual verbal, ceguera verbal congénita…) La definición adoptada por la
International Dyslexia Association (IDA, 2002; Lyon, Shaywitz y Shaywitz,
2003) la describe como:
Hoy en día sabemos que estas dificultades provienen de un déficit en el componente fonológico del lenguaje, teniendo en cuenta (y esto es fundamental) que el resto de habilidades cognitivas se desarrollan con normalidad (razonamiento, atención, planificación…).
“dificultad específica del aprendizaje de la lectura con
un origen neurobiológico. Se caracteriza por dificultades en el reconocimiento
preciso y fluido de palabras y por problemas de ortografía y decodificación”.
Hoy en día sabemos que estas dificultades provienen de un déficit en el componente fonológico del lenguaje, teniendo en cuenta (y esto es fundamental) que el resto de habilidades cognitivas se desarrollan con normalidad (razonamiento, atención, planificación…).
¿Cómo
se detecta?
Generalmente
estos niños manifiestan sus dificultades en dos aspectos básicos: problemas
para leer las palabras, y, también para comprender los textos. Son niños muy
lentos leyendo o bien cometen muchos errores en lectura. La lectura aún no está
automatizada y se caracteriza por ser lenta, con mucho esfuerzo y con una gran
cantidad de errores.
Entonces,
creo que mi hija/o tiene dislexia…
Un
aspecto muy importante es que la dislexia tiene que ser entendida como un
contínuo. No existe un punto determinado a partir del cual podamos señalar la
dislexia, o al menos, no de forma objetiva e incuestionable.
Imaginemos
un termómetro. ¿A partir de qué temperatura consideramos que hace calor? Al
igual que cada uno puede considerar un valor determinado (25 grados, 30 grados…)
ocurre lo mismo con la dislexia.
Del
mismo modo tenemos que tener en cuenta la edad. Algunos niños leen
perfectamente con 4 o 5 años, y otros no lo hacen hasta los 8 o 9 años. Cada
niño, de modo intrínseco tiene un ritmo, al igual que no hay dos niños con el
mismo número de zapatos, tampoco todos aprenden todo al mismo tiempo. Debemos
respetar los límites naturales y considerar que, antes de los 8 o 9 años no
podemos hablar de dislexia, sino de “riesgo de dislexia”.
Si
analizamos la definición anterior de dislexia tenemos que tener en cuenta
varios aspectos que, con frecuencia se pasan por alto:
- Lenguaje y habla. Muchos niños que presentan retrasos en el lenguaje posteriormente manifiestan dislexia.
- Percepción visual, es decir, cómo interpreta el cerebro lo que ven los ojos. En este fragmento de la película "Estrellas del cielo en la tierra" se ilustra muy bien esta dificultad.
- Percepción auditiva, directamente relacionado con la correspondencia fonema-grafema (un niño con cierta pérdida auditiva puede llegar a confundir el sonido y la escritura de “ga” y “ca”, por ejemplo, sin llegar a deberse a una dislexia).
- Capacidad cognitiva. Es importante señalar que deben descartarse
dificultades en elos aspectos básicos del razonamiento y las funciones
ejecutivas. Un niño que tenga dificultades para concentrarse o una baja capacidad
de atención probablemente presente un
bajo rendimiento lector.
- El ambiente. Si bien es cierto que presenta un sustrato neurobiológico,
el ambiente familiar tiene un papel fundamental a la hora de proporcionar una
estimulación rica y variada al niño. La importancia de inculcar un hábito
lector y motivación por la lectura desde pequeños resulta clave. Aquí las
actividades de lectura compartida de padres, madres e hijos tienen una gran
influencia (el clásico cuento de buenas noches).
- Aspectos socioemocionales. Relacionando con lo anterior tenemos que tener en cuenta que pueden darse circunstancias que afecten al rendimiento del niño en un momento dado. Imaginemos un proceso de duelo en pleno aprendizaje lectoescritor (6-8 años). Lógicamente este niño puede presentar dificultades al leer, pero las razones no se encuentran en la dislexia.
Desde
el ámbito educativo debemos tener en cuenta la edad en la que el niño o niña
presenta dificultades lectoras y hasta qué punto interfieren con el resto de
aprendizajes.
Como
docentes… si nos encontramos con un grupo en el que el aprendizaje
lectoescritor es más lento se puede trabajar de modo grupal por parte del
tutor. Sin embargo también puede darse el caso de un/a alumno/a cuyo proceso
sea significativamente más lento que el resto de sus compañeros y esto afecte a
su aprendizaje en otras áreas.
Por un
lado se realizarán adaptaciones en la metodología y en la evaluación.
Como
padres… podemos hablar de dos aspectos básicos:
- Estimular los procesos de pensamiento (que ya comentamos en una entrada anterior).
- Leer, leer y leer. Con ellos, y sin ellos. No podemos pretender que sean unos apasionados de la lectura si siempre que nos ven estamos “enganchados al móvil”.
La lectura de cuentos en edades tempranas influye positivamente en el desarrollo de un adecuado hábito lector (Foy y Mann, 2003; Sénéchal, LeFevre, Hudson y Lawson, 1996). Hacia los 6-8 años ya podemos instaurar algunas secuencias como:
o Leer un texto en voz alta
(hacemos de modelo).
o Que lo lean ellos (además pueden
grabarse y escucharse).
o Leerlo de modo conjunto, los dos
a la vez. Es, sin duda la mejor estrategia para favorecer la fluidez lectora.
Es
aconsejable practicar poco tiempo, pero todos los días, para facilitar el
hábito. Debe vincularse con una emoción y sensación placentera por parte del
niño. Para nosotros además, supone una ocasión inmejorable de pasar un tiempo
animado con ellos y recuerda que, eso será uno de los aspectos que más valoren
ellos.
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