Cada alumno posee una serie de características físicas, sociales, cognitivas y afectivas que reflejan un comportamiento en el aula. Este comportamiento es aquello que observamos. Y es lo que nos va a permitir conocer muchas cosas sobre nuestros alumnos. Pero hay muchos aspectos que quedan bajo la superficie.
Como sabemos, un iceberg muestra sobre la superficie un una octava parte de su tamaño real. Es aquí donde el tutor, y el orientador, en segundo término cobra un papel fundamental y de gran importancia, ya que somos docentes, pero, por encima de todo, somos educadores. Trabajamos con personas. Y una persona muestra un comportamiento en respuesta a unos estímulos, en términos cognitivo-conductuales.
Hechos tan simples como una mala letra, faltas de ortografía, un mal resultado en un examen o un comportamiento disruptivo en un momento determinado pueden estar dándonos la clave de un problema en la esfera del alumno, bien en casa (algún cambio importante en la situación familiar que afecta al alumno directa o indirectamente), o bien en colegio (nervios, ansiedad, o dificultades de socialización con sus compañeros, o, en el peor de los casos, el tan temido "acoso escolar").
Por tanto, debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad y de nuestro papel como agentes activos de la educación de nuestro alumno o alumna. Y considerar que, dependiendo de la problemática que tenga lugar, puede que no siempre contemos con la colaboración de todos los agentes implicados.
Nunca debemos pasar por alto esto, en la superficie no se ve más que una parte del iceberg.