Esta tarde Pedro y su madre han ido al parque. Pedro tenía muchas ganas de ir, y allí se ha encontrado con un compañero del cole que estaba con su hermana pequeña. Pedro estaba muy emocionado y ha cogido un palo. Mamá le ha avisado de que tenga cuidado, pero al final le ha dado un golpe a la hermana de su amigo y la niña se ha puesto a llorar. Ante la situación, dado que Pedro estaba muy alterado, ha sido imposible hacerle entrar en razón para pedir perdón a la niña. Él iba completamente "a lo suyo". Avergonzada, tras disculparse con la otra madre y con la niña, su madre le grita, le coge del brazo y le dice "¡nos vamos a casa!". Pedro comienza a llorar y no para hasta llegar a casa. La madre, cansada y enfadada decide que después del baño, se queda sin ver los dibujos...
¿Crees que se podrían haber hecho las cosas de otro modo? A continuación, en esta entrada vamos a analizar algunos aspectos importantes que pueden facilitar este tipo de situaciones. Te recomiendo que previamente hayas consultado la entrada anterior sobre niñ@s revoltos@s.
Si quieres educar con disciplina positiva es importante que deseches los castigos, y apuestes por las normas y los límites.
En el ejemplo de más arriba, observamos dos castigos: irse del parque y quedarse sin ver la televisión. Pero ahora vamos a ver un pequeño matiz que lo cambiará todo. Un castigo tiene dos elementos fundamentales, como puedes ver aquí:
- Es impredecible, el niño no se lo espera.
- Tiene como finalidad "fastidiar" al niño porque no se ha comportado como debía, o como queremos.
Los castigos son, a todas luces, inadecuados y desaconsejados. Y sé que estarás pensando aquello de: "de toda la vida nos han castigado y no ha pasado nada". Bien, intenta recordar algún momento en el que te hayan castigado de pequeña/o por haber hecho alguna trastada. ¿Cómo te sentiste en el momento del castigo? ¿Te sentías arrepentido o más bien enfadado o triste? Y si las cosas te han ido bien no ha sido "gracias" a los castigos, sino "a pesar" de ellos... Como explicaremos a continuación, en el momento del castigo el niño o niña NO APRENDE NADA.
POR QUÉ NO FUNCIONAN LOS CASTIGOS
1. No reducen conductas negativas. De ser así, aquellos niños o niñas más castigados serían los que mejor se portasen.
3. Generan ansiedad y miedo. Un castigo es desagradable para el niño en cualquiera de sus formas. Cuando el niño o niña percibe que es castigado se activa la amígdala, la parte del cerebro que percibe el peligro y el miedo. Y la amígdala eclipsa el lóbulo frontal (parte del cerebro que permite el autocontrol). Es decir, el niño no aprende en esta situación, tan sólo quiere huir de la amenaza.
TIPOS DE CASTIGOS
Podemos hablar básicamente de 5 tipos de castigos (Bilbao, 2018):
1. Castigo tradicional. "Como no recojas tu cuarto..." Comienzan con una amenaza. El uso del lenguaje es muy importante en los niños. Si ellos se perciben amenazados su cerebro no estará dispuesto a aprender, como ya hemos visto.
2. Castigo físico. Incluimos aquí cualquier forma de castigo físico. Incluso un tirón de orejas, ya que la intención del mismo será hacer daño al pequeño. Ya que vivimos en una sociedad civilizada los adultos no resolvemos así los conflictos. No des ese ejemplo a tus hijos. No sólo es poco educativo, además está prohibido.
3. Gritos. También se consideran castigos. Los niños pequeños tienen un umbral sensorial inferior al nuestro. Esto quiere decir que un ruido de menor intensidad le molesta en mayor medida que a nosotros (por eso muchas veces se asustan de los ruidos fuertes: sirenas, fuegos artificiales...). Cuando gritamos superamos el umbral sensorial del niño o niña y creamos un estímulo aversivo.
4. Castigo relacional. Sería el típico castigo de "déjame, no quiero jugar contigo", "no quiero estar con las niñas que lloran". Los niños necesitan algo por encima de todo: cariño de sus padres. Y la privación del mismo tiene unas consecuencias tan desafortunadas en el cerebro como el castigo físico.
5. Calificativo. Sería cualquier apelativo negativo que siguiera a la frase: "eres...(tonto, patosa, muy torpe, malo)". Cuando utilizamos el verbo SER se activa directamente el hipocampo, la zona del cerebro que le permite formarse al niño una imagen de sí mismo. De este modo, el niño pensará: "ya que soy así, me comporto como esperan".
LÍMITES
Vamos a partir de algo. Todos los niños son buenos por naturaleza, incluso en los casos en que pueda subyacer un trastorno de conducta. Si una persona tiene predisposición a manifestar un trastorno conductual, pero su entorno no lo favorece, éste puede permanecer bajo la superficie durante toda la vida.
Así pues, partimos de hecho de que todos los niños son buenos. Sin embargo, en ocasiones aparecen comportamientos negativos cuando un niño se enfrenta a una tarea o situación que no puede resolver por sí mismo en general o bien en ese momento particular. Y necesita nuestra ayuda.
Cuando un niño se comporta de un modo especial, es porque su cerebro no tiene las herramientas para afrontar esa situación con éxito. Es el momento en el que debemos bajar a su nivel, empatizar con él y darle opciones de cómo podemos ayudarle.(Álvaro Bilbao, El cerebro del niño explicado a los padres)
Vamos a ver a continuación algunos aspectos básicos para poner en funcionamiento los límites. Éstos son la antesala de las normas:
a) Pronto. Queremos evitar la aparición de conductas negativas, por lo que cuanto antes pongamos el límite mejor. Si un niño de 2 años tira la comida al suelo le diremos que no debe tirarla la primera o segunda vez que lo haga. Si esperamos varios días la conducta cada vez estará más instaurada como hábito.
b) Prevenir. Es mejor anticiparnos a la aparición de la conducta. Sí, la disciplina positiva no utiliza varitas mágicas, y ésta es la clave. Supervisión. Debemos dejar atrás nuestra comodidad y vigilar suficientemente de cerca (dependiendo de la edad) a los niños para evitar que se de la conducta. Por ejemplo, si María tira del pelo a su hermano cuando ven la televisión intentaremos sentarnos con ellos, o ponerlos separados, pero siempre debemos vigilarlos. Cuando queremos evitar un comportamiento es cuando tenemos que trabajar más. Educar es una labor muy noble, pero también dura.
c) Consistente. Tanto nosotros como nuestra pareja, si la tenemos. Si hoy no te dejo comer chocolate porque sólo comemos el fin de semana (norma), no puedo permitirte que lo comas mañana, porque rompo la rutina y confundo al niño. Del mismo modo que si papá no me deja y mamá sí. Os recomiendo siempre que habléis estos temas con claridad y especialmente si estáis trabajando un límite en concreto.
d) Confianza. Actúa con seguridad, pero también con cariño. Eres una persona adulta, responsable y que conoce el mundo, y que tiene suficiente criterio para decidir que en ese momento eso que quiere hacer no es lo mejor. Confía en tí, mantén la tranquilidad y la serenidad y no cedas. No comiences ninguna guerra que no vayas a ganar.
e) Respeto y cariño. Como ya hemos comentado en otras entradas utiliza siempre el respeto y el cariño. Explícale por qué, con un tono de voz amable y tranquilo. Recuerda que los gritos y los nervios nos hacen perder credibilidad. Si el niño percibe que lo quieres y que no puede hacer algo, confiará en tí.
En cualquier caso, también es recomendable que te saltes la norma de vez en cuando, que si te pide algo que desea y te da las razones suficientes seas capaz de ceder, porque le estarás enseñando el mensaje de que la vida no siempre es rígida. Por ejemplo, si un día comes fuera de casa con ellos pueden comer un helado, aunque no sea domingo, o si están en casa de los abuelos pueden ver los dibujos después de cenar...
NORMAS
Las normas están directamente relacionadas con los límites. Es recomendable ponerlas siempre en familia o en grupo, cuando estamos en el cole. Y darles la oportunidad de explicar o llegar a la conclusión de por qué son necesarias.
También surgirán normas que debas elaborar para situaciones concretas, como por ejemplo, no tocar los perros, no subirse en la mesa, o no jugar con la comida. Pero esto ya dependerá de cada familia, y de cada niño.
¿REFUERZOS, PREMIOS O RECOMPENSAS?
Por último, debemos distinguir entre refuerzos, premios o recompensas.
Podemos definir un refuerzo como una circunstancia que aumenta la probabilidad de aparición de una conducta.
Un premio o una recompensa, sin embargo es algo puramente material y se entrega "a cambio de algo". Te recomiendo que veas el siguiente vídeo:
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que no debemos premiar nunca con OBJETOS (juguetes, pulseras...) o COMIDA (bombón, un helado...), y que es importante reforzar más el proceso que el resultado.
En un experimento realizado con niños de Infantil se les ofreció unas pinturas para hacer un dibujo. Se separaron en dos grupos en aulas diferentes. Al grupo 1 les dieron un juguete cuando acabaron de pintar, y al grupo 2 no les dieron nada. Sorprendentemente, el siguiente día los niños que volvieron a utilizar las pinturas fueron... los que no habían sido premiados. Les bastaba con saber que su maestra/o observaría su dibujo y les diría qué le había parecido.
¿Cuándo debemos reforzar? Generalmente en las siguientes situaciones:
- Cuando nos sale espontáneamente.
- Cuando hace algo difícil o complicado.
- Cuando deja de realizar comportamientos negativos.
- Cuando aprende las normas sociales, de higiene o de convivencia.
Por ultimo recuerda reforzar más el proceso que el resultado. En otro experimento con niños, se dividieron en dos grupos. Ambos grupos resolvieron un puzle de dificultad media. Tras acabarlo se les dijo lo siguiente:
Grupo 1: "¡Lo has hecho! ¡Muy bien!
Grupo 2: "¡Te has esforzado un montón!"
En la siguiente sesión se les ofrecieron a ambos grupos varios puzles para resolver. Se observó lo siguiente:
Grupo 1: elegían puzles sencillos. Buscaban poder resolverlo para contentar al examinador.
Grupo 2: elegían puzles más complicados, que les permitieran esforzarse.
Así que ya sabes. Es mejor decirles: "te has esforzado mucho" que "lo has hecho muy bien".
Espero que estos conceptos te hayan servido de ayuda.